No nos engañemos: el cristianismo, tal y como se ha ido desarrollando desde sus comienzos, es una religión homófoba, machista y por épocas hasta bastante intolerante. Es curioso que una fe que se basa principalmente en el amor al prójimo haya librado guerras santas, se haya erigido en contra de minorías, e incluso en ocasiones se haya radicalizado de tal manera que ha sido una verdadera fuente de opresión para las otras creencias, erigiéndose en la única religión verdadera.
Pero como dicen, el cristianismo, tal y como todas las religiones, es una obra del hombre, y por tanto, imperfecta. Y no es que sea algo increíble, de hecho es una razón para ser humildes y recordar que, en todo caso, es Dios el ser perfecto que nunca se equivoca y actúa con toda su omnipotencia, sabiduría y justicia; pero en vez de sacar esa conclusión, los jerarcas de esta fe pronto se autodenominaron los representantes de Dios en la Tierra, y desde los albores del cristianismo se les dio una lectura a los textos sagrados y a las enseñanzas que se suponía había dejado Jesús en su paso por este mundo siempre a conveniencia de estas personalidades. Algo, como mínimo, polémico y con bastantes tintes de sectarismo, como puedes imaginar.
Pero sea como sea, la Iglesia cristiana y sus diferentes derivados (católicos, ortodoxos, protestantes..) llegó al siglo XX, y ahí se enfrentó a algo que nunca pensó que llegaría a ver: la liberación sexual y las tendencias homosexuales de sus fieles. Que haberlas las había antes, no nos engañemos, pero las normas y los tabúes de la sociedad las habían tapado hasta ahora, y nunca habían salido a la luz ni tan abiertamente como en esos momentos; para colmo, no eran uno ni dos casos, sino que parece que todos a la vez decidieran reconocer su homosexualidad. Y desde entonces ha sido un no parar.
La crónica de lo siguiente que pasó ha sido larga y tortuosa, porque en una fe tan estricta que ha mantenido sus pilares tan firmes e inamovibles durante varios siglos, un cambio era impensable o cuando menos muy difícil de manejar. Pero como personas que viven en el mundo, los cristianos y su religión tuvieron que hacerle frente, y tras pasar por algunas vicisitudes, hoy los jerarcas eclesiásticos están abriendo sus mentes y también los parámetros de esta creencia. Porque, ¿se puede ser cristiano y gay? Ciñéndonos a las escrituras, y sobre todo en el Nuevo Testamento que parece ser la guía para el cristianismo, no hay una sola línea en la que se hable sobre este tema, ni a favor ni en contra; pero sí encontramos muchas en las que se habla de no juzgar al prójimo, amarnos unos a los otros sin condiciones y enseñar con el ejemplo nuestros valores de fe. ¿A que esto último sí te suena?