Si hay algo sobre lo que los cristianos de la vieja escuela, aquellos de la corriente más rancia, clasista y reprimida que existe, acusa a los gays, es sin duda de su promiscuidad sexual. O, en general, del vicio que tienen cuando se trata del la sexualidad, como si el ser marica (palabra con feas connotaciones sociales, pero que curiosamente se refiere más al aspecto que a la verdadera identidad de sexo) fuera sinónimo de ninfomanía o deseo desmedido. Y es que hay mucha desinformación por el mundo, fíjate tú.
Y por supuesto, para toda esta gente religiosa con ideas retrógradas, el primer signo de homosexualidad, y también de vicio, es la autosatisfacción sexual, o dicho coloquialmente, la masturbación. Lo más gracioso es que esta práctica no es exclusiva del sexo masculino, por supuesto que se extiende a cualquier ser humano del género que sea, y a un montón de seres vivos, ya puestos a hablar del tema; sin embargo, hubo una época en que pillar a hombres masturbándose mientras miraban porno gay era un escándalo mayúsculo y una prueba de homosexualidad clara y sin paliativos. Por suerte, esto fue cambiando con el tiempo, y curiosamente, se llegó al extremo contrario: cuidado con matarte a pajas, eres un adicto al sexo y seguramente te vas a quedar enano porque tu energía vital va a irse en cada una de tus corrida (la cultura popular ¡cuánto daño ha hecho!).
Bien, pero yendo al quid de la cuestión, y para aclarar conceptos, deberíamos dirimir: ¿Es la masturbación un pecado? Realmente, en ningún momento de la Biblia, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, se habla de este tema, así que fue decidido por los hombres preclaros de la jerarquía de la Iglesia. Lo bueno es que tampoco aquí hay opiniones objetivas ni fundadas racionalmente (no debería sorprendernos, la fe tiene muy poco que ver con la razón, o eso es lo que nos dicen al menos), y la explicación es que, por supuesto, va contra la ley de Dios, ya que éste sólo permite disfrutar de la sexualidad dentro del matrimonio y con fines reproductivos. De dónde han sacado esto, pues bien, es una interpretación bastante libre de las escrituras y textos sagrados, pero sea como fuere, funcionó bastante bien durante siglos.
Pero por suerte, hemos llegado a donde estamos porque la sociedad ha avanzado, y el hecho de que el hombre sea un ser sexual, más allá de una creencia u otra, y con explicación científica, ha hecho que algo de sentido común al cristianismo, o más bien a sus jerarcas. Y es que, para empezar, uno ya nace con un sexo asignado, sea hombre o mujer, o por supuesto gay, lesbiana o transexual, como por fin hemos visto y aceptado. El tener esto en consideración y actuar en consecuencia no parece que sea algo que ofenda a Dios ni, para el caso, a ninguno de nuestros semejantes, así que cada vez se ajusta menos a la definición clásica de «pecado«. Así que quizá, el que nos guste masturbarnos, no es algo que debamos confesar ante un sacerdote, porque en realidad no es una falta.
Muchos estudios hablan a favor de la masturbación como una forma de llevar una vida sexual sana. Es una forma de liberar tensiones y de proporcionar a nuestro cuerpo y mente un momento de placer; y sexualmente hablando, no hay mejor manera de conocer nuestro cuerpo y nuestros gustos, por lo que la vida de pareja, sea de la condición que sea, también se ve beneficiada. Y la verdad, como opinión personal, que andar haciéndote pajas o haciéndote un dedo, dependiendo de tu sexo, sea algo que pueda llegar a infringir alguna regla religiosa… no lo veo, creo que Dios tiene mejores cosas que hacer que realmente controlar nuestras masturbaciones.